“Llegue mi clamor delante de ti, oh Jehová; dame entendimiento conforme a tu palabra” (Sal. 119:169).
Llegamos a la última estrofa del Salmo (vv. 169-176). Un tesoro lleno de enseñanzas para nuestra vida, en cada circunstancia y en cada ocasión. Quiero tomar esta final como el resumen de todo el contenido, cerrando la reflexión como el secreto para una vida plena.
Comprometido con la oración
Primeramente, esa vida debe estar comprometida con la oración (vv. 169-170). La oración fue la tónica del Salmo. En ocasiones pidió ayuda sobre los enemigos (v. 153), otras aliento en la prueba (v. 153b), pidiendo ayuda para entender las razones por las que se produce (Stg. 1:5). La oración será en ocasiones un clamor que sube delante de Dios (v. 169a); otras un ruego: “dame entendimiento” (v. 169b); a veces un diálogo con Dios, que es la oración (170a).
En esto seguimos el ejemplo del Señor, y obedecemos Su mandamiento que nos insta a “orar sin cesar”. La razón para orar es la promesa de Dios: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jer. 33:3).
Comprometido con la alabanza
En segundo lugar, una vida plena es aquella en que la alabanza se manifiesta (v. 171). En cada momento hay razones para alabar a Dios, Él ha mostrado “su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:8). Sus misericordias son nuevas proveyendo una salvación segura, el aliento en cada circunstancia adversa, la restauración en las caídas y la suprema esperanza de gloria, que es Cristo en nosotros (Col. 1:27). Hoy tenemos razones para alabarle. Ningún problema es mayor que Su gracia.
Vivir en denpendencia
En tercer lugar, se nos llama a una vida de dependencia (v. 173). Necesitamos sustento y socorro, no hay recursos en nosotros, pero Su mano está siempre pronta para socorrernos. Debo entender que, separado de Él, nada puedo hacer (Jn. 15:5). Debemos oír Su advertencia: “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac. 4:6). Es el tiempo para volvernos en dependencia a Dios y decir delante de Él, como el antiguo himno: “Por fe yo voy, sintiendo mi flaqueza”.
Vivir en santidad
También la vida plena se desarrolla en la santificación (v. 174). Nuestra salvación se desarrolla en la santidad: “como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1 P. 1:15.16).
Amar la Palabra
La penúltima base es amor por la Palabra. El Salmo nos enseñó que es fuente de orientación (v. 24); de consuelo (v. 77); de esperanza (v. 92); de liberación (v. 143). El secreto no está en conocer la Biblia, sino en vivir conforme a ella.
Dar testimonio
Finalmente, la vida plena es una vida de testimonio (v. 175). Miro todo esto y me doy cuenta que debo confesar delante del Señor que muchas veces fracaso porque soy “como oveja extraviada” (v. 176). Quiero reconocer que no siempre estoy en el camino correcto que Él me marca. Pero, se también que es en mi debilidad donde se manifiesta el poder de Dios. Por eso tengo una petición que quiero expresar delante de Él: “busca a tu siervo”, de otro modo “sostén a tu siervo”.
Mi mayor bendición no es la de ser restaurado, sino la de ser sostenido. Me doy cuenta, cada vez más, al cabo de mis años, que esta es mi mayor necesidad.
Señor, dame un corazón que ore siempre, mientras Tú me sustentas en la gracia.